viernes, 6 de julio de 2012

Me extingo en mi Leteo




Abuela, ¿en qué lugar desemboca el río de tu vida?  ¿Se une violentamente al vasto mar, o su caudal es suave con los peces?
Yo timoneé sobre mi río, navegué sobre su pecho cubierto de espuma negra, soñé sobre sus olas suaves y tibias, surqué extasiada el negro profundo de sus ojos, canté mientras hundía mis talones en la arena de sus orillas.  Fui profundamente feliz.  Profundamente.
Pero mi Leteo tiene vida propia.  Esculpe en sus piedras su rechazo.  Desea ser un geiser que me arroje calcinada.  Nunca deseó que yo ahogara mis miedos en su profundidad.  Jamás quiso permitir que yo socavara su fondo pedregoso para sepultar mi vida.  Desea no haberme unido a su flujo lento y abundante que, en mi profundo delirio, creí navegar con la mano alzada y rozando el sol con los dedos.  Nunca el viento fue en barlovento.
Mi Leteo tiene vida propia.  Ha decidido llevarme río adentro, acá, donde la corriente se dibuja con líneas suaves y violentas.  Intenta ahogar a mi alma que, sin darme cuenta, buscó tripularlo.  Me hundo.  Intento emerger, pero su profundidad me oprime el pecho, me exprime los miedos que jamás se fueron.  Mis ojos, lentamente, como si lo hubieran hecho ya desde la eternidad, aumentan su lento y amplio caudal.
Abuela, ¿tú llegaste al mar?  ¿Navegaste sobre una laguna o sumergiste los pies en un arroyo?  Dime, ¿hasta cuándo llegaré yo al mar?  ¿Será más profundo que este vacío que ahora me succiona el alma?  Abuela, he bebido del agua del Leteo de mi vida, mi voz y mi llanto ahora son inaudibles y he olvidado al mundo.  Dime ¿hasta cuándo llegaré yo al mar?

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