viernes, 6 de octubre de 2017

No seas cobarde y levanta tu espíritu




Abuela linda:

Las grietas que se abren en mi mente, no son mías, pero mue duelen, me espantan.
El polvo esparcido desde el corazón de los edificios derrumbados me quita el aire.
El polvo quieto en la profundidad de las paredes de mi casa rechina, como si se estremeciera para liberarse.
Cuando duermo el suelo succiona las patas de mi cama, asentadas en el tercer piso.
Las chispas del esmeril que corta el concreto colapsado brillan en mis ojos.
Y un quejido, de la fantasía de mi miedo, suena en mis oidos.

Y el sol permanece.
Y el frío permanece.
Y las noches permanecen.
Y mi voz, casi silenciada, permanece.
Y mis palabras, atropelladas por el llanto, permanecen.

Y te escucho diciendo: "¡Hija! ¡Hijita! Ven acá, no seas cobarde ¡Levanta tu espíritu!". Y siento la humedad en mi playera del aguardiente con pimientas rociado desde tu boca. Y me arde la piel con cada golpe de ramas de ruda.

Tu presencia y tus palabras también permanecen.
Veo a través de tus ojos cómo los sabinos se yerguen ¡se levantan!
Veo cómo las enredaderas trepan a los árboles ¡se levantan!
Cómo tu gata ondea su cola luego de ver cómo la serpiente se tragó a sus hijos. Ella se levanta.
Cómo los zopilotes suben al cielo, todas las tardes, haciendo círculos continuos, casi interminables.
Veo cómo el arroyo siempre va al rio.

Veo cómo tu mirada permanece en mí y me llama:
Tu voz me llama de entre las grietas de mi cobardía, tu mirada me extiende la mano para sacarme del hueco profundo de mis miedos.

Abuela, jálame un poco más, que quiero levantar mi espíritu.



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