domingo, 24 de julio de 2016

La ropa que visto


Me hice un collar con cada grano de maíz desgranado con tus manos y unos aretes con el sonido de las mazorcas frotándose fuertemente.
Me hice un collar con cada grano de frijol majado y unos aretes con el sonido de los palos golpeando las vainas y los granos cayendo en el piso.
Me hice un collar con cada grano de café cortado con tus manos y unos aretes con el sonido de tus brazos abriendo las ramas para encontrar las cerezas.

Me hice un vestido de hojas de maíz y unos aretes con el sonido de tus manos arrancándolas de la mazorca.
Me hice un vestido de miles de cuentas de granos de granada y unos aretes con el sonido de su jugo salpicando dentro de mi boca.
Me hice un vestido de bagazo de caña y unos aretes con el murmullo de los hombres trabajando en el trapiche desde la madrugada.

Me hice unos zapatos de río y un sombrero de ahuehuetes frescos.
Me hice unos zapatos de tierra y un sombrero cristalino y azul como el cielo.
Me hice unos zapatos de musgo y un sombrero de brotes verdes y alegres.

Visto un abrigo de fuego y mi corazón quiere regresar al fogón de tu casa.
Visto un abrigo de fuego y mis ojos quieren ver el milagro de la levadura creciendo.
Visto un abrigo de fuego y mi boca desea el sabor de tu pan horneado.

Mis manos están vacías, abuela, y quieren tocar tu piel dura y arrugada.
Mi corazón te extraña y anhela escuchar de tu boca "lo que Dios diga, hijita".

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